martes, 20 de octubre de 2009

Entre Juana y María

Mi novio y yo siempre vamos a pasar los fines de semana a un hotel en Pueblo Libre, es como nuestro departamento. Casi siempre es la habitación 202. A veces llevamos cosas para cenar, a veces llegamos ebrios de una fiesta y a veces, nos drogamos. Ocasionalmente, él lleva yerba aunque no soy muy aficionada a ella porque jamás he sentido nada especial al fumarla, simplemente me pongo más malhumorada que de costumbre.

Sin embargo, la última vez fue completamente distinta. Estábamos medio desnudos en la cama, él saco una pipa de coco más eficaz que mi elegante pieza de madera y fumó, luego me la pasó y jalé tanto que me atoré. Esa noche fui verde, morada y roja. Se me cerró el pecho, tosía como loca, él comenzó a vestirse desesperadamente para llevarme a la clínica y cuando ya estaba listo, todo se detuvo.

No se detuvo mi corazón tampoco dejé de respirar, pero sentí como el cerebro se me llenó de humo, fue como si me tragara un enorme nudo estando de cabeza. Pasado el susto, nuestras reacciones no fueron habituales, él estaba preocupado por lo que me había pasado y yo hablaba incoherencias, luego de mis cantinfladas, él reía demasiado.

En cierto momento, mientras yo jugaba con sus pies debajo de la sábana, pasó algo extraño. Juana la loca, paseaba alrededor de la cama. Tengo una obsesión con ella, una relación conflictiva y excitante, me encanta y me da curiosidad saber de su vida pero siempre pensé que si la hubiese tenido cerca se me escarapelaría la piel.

Me tapé por completo con la sábana, mi novio me preguntó "¿Qué te pasa?" y le conté, nos abrazamos, nos cubrimos y no fue suficiente, Juana seguía rondándonos y cada vez me daba más miedo. Convencí a mi chico para escondernos de ella y creímos que el lugar más seguro, era debajo de la cama. Ahí pasamos parte de la noche.

Ese día concluí que la buena María te atora y te hace alucinar

domingo, 18 de octubre de 2009

SEDAZO

Incontables días no habría de recorrer aquellas dunas càlidas que, con gestos y caricias invisibles, intentaba atraer hacia mí. Sus labios brillaban delicados, por mi insidiosa baba sobre el vaso, mientras èl, emitía fonemas, indescifrables para mí, los sentía, a su vez, febriles sobre mis muslos y culo. Las dosis del dios líquido, aumentaban y afiebraban mis senderos de fantasía. ¡Cabrazo! ¡Bésame! ¡Cabrazo ingresa en mí! ¡Sé que eres igual que yo! ¡Que me deseas! ¡Que deseas ingresar hacia aquellos parajes cavernosos, donde la furia se torna en ebulliciente efervescencia de la sed y la carne! ¡Carne contra carne! ¡Sed contra sed! Era hermoso estar a su lado rozando sus muslos mientras observábamos los muros de la ciudad y de nuestra piel, los de nuestra propia sed. El dios líquido continuaba con sus caricias por entre nuestras entrañas, mientras nosotros decidíamos, por cuentapasos y cuentavasos, cruzar aquel puente, cuando soslayábamos nuestros cuerpos rumbo a nuestro apiadado infierno de cemento y baba, en cualquier esquina, para al amanecer, sentir que, la cordura y la razón esfumaba mis deseos, y en ti, la sola presencia cercana a mí. ¡Chau Jaime! ¡Chau Félix! Al verte de espaldas, y repleto de rabia, al no haber logrado que me penetraras y al verte el culo prometía emborracharte alguna noche de los días y violarte por ¡cabrazo!


Lo que me parecía ridículo, es que, me sentía igual que, cuando deseaba a una mujer, imaginándote llegar desde cualquier lugar, imaginándote con gestos románticos hacia mí, en la vía pública, en algún refugio de alquiler, y por qué no, en tu casa, o Satán, en la mía, ahora, a quien decía y llamaba “cabrazo”, era a mí. Irónico el pene y su antípoda delante, si delante del ano, aunque, siempre se prefiera por detrás. Lleno de rabia, decidía a despecho de mi fracaso para contigo, irme con mujeres, para castigarte con mi indiferencia, claro, ello a la larga., era un premio para ti, porque ya no sentías el acoso tácito que, imagino, sabias que venía desde mi entrepierna, aunque seguro algún día, hubiera dadote el honor de hacerme debutar desde el ángulo más impuro de los que nos asestamos y avizoramos como reales “homombres”.


-Hola Félix- -¿Què tal? –Tetrallones de segundos después, de los que te dejas ver. Sì, cabro conchatumadre, me voy a costarme con mujeres para llamar tu atención y te levantas hasta a mi hermana, pero no te preocupes, yo también ya me la cachè, claro, pensaba en ti. Decía para las profundidades que deseaba para ti. -Si pues querido amigo Jaime. -Te he traído la antología de poesía albanesa, que haces lunas te prometí y sé que, te agradará. -Mira, toma, ten. -Te la obsequio. Espero que después de esto, te dejes cachar ¡cabrazo! Todo para mis adentros, deseando, que ello, sea el fondo de mis reales propósitos para contigo. -Gracias amigo Félix cabrazo, -¿Disculpa? ¿Supongo que ya estamos en confianza? Mientras me abrazaba, yo sentía su pene semi-duro cerca al mío, deseando y auto inquiriéndome, por què “mochicas”, a este extraño índice, no se le sumaba unos labios superiores carnosos. Satàn, estoy deseando a una mujer en mí, eso es corromper mi lado “homombre”.

-Vamos a “empijarnos” unas reses. -Mientras te leo unos poemas albaneses. Me dijo Jaime mientras yo le respondí a dos voces, una a cuello fuera y otra a contra dientes.

-Claro amigo Jaime, vayamos a disertar sobre la poesía emergente y homosexual limeña, perdoòn, inusual limeña. Él no pudo evitar constreñir el ceño, mientras yo respondía a su vez a contra dientes: -sì embriagueèmosnos, haber si de una buena vez te vuelvo mi mujer y te desato, cabrazo de mierda y claro, te prometo en algún instante ser el paz y vivo. Todo ello mientras èl ya, empezaba a leer esa mierda de poesía albanesa, claro pude mencionar a la de cualquier nacionalidad. Porque toda es, una real mierda.

Que prejuicioso era, fui, soy, mientras recorríamos las calles del centro observaba todas las farmacias para en el menor descuido ingresar a una de ellas, a comprar unos condones, o, còmo no, canchita, para usar la bolsita, porque con los cabros, siempre hay que cuidarse. Reía de mis silentes sentencias prejuiciosas y extrañamente precavidas.

-¿Que pasa Félix? ¿La poesía albanesa te hace sonreír? -No Jaime, lo que sucede es que, estoy recordando cuando pillé a mi hermana, alguna vez, tirando con un vecino. En silencio sentenciaba. En realidad deseaba tirármelo yo. –Hey Félix no te molesta que yo, haya “salido” con tu hermana.

–No estimadísimo Jaime. Mientras me deshacía en gestos, tratando de respaldar mis argumentos orales y abarrotaba el vaso que, servía para èl, si, èl, el cabrazo, porque, aquella noche definitiva e irrenunciablemente, yo, sería el “activido”.

-Fèlix, un toque, quiero mear. -Ya, ahí, en el poste, de paso te veo la pieza, dije en silencio y bromeaba en voz alta, ¿O las vulvas que te coges son elefantes? Comen maníes. Sentenciaba y me reía del chiste que èl, oía sin inmutarse mientras se cogìa la entrepierna y decìa. –No, yo soy un caballerito, yo no orino en la calle, dormiré en cualquier esquina, pero no, orino en al calle. Ya anda, cabrazo de mierda y orina en la pollerìa. Si Jaime, ve, yo te espero e intentaré, recordar un poema belga. El caminaba coqueto y raudo rumbo a la pollería, mientras yo, me dirigí corriendo a una botica de la Colmena para comprarme un maldito condón. Jadeante llegué hasta una de ellas. -Señor judio. -Señor, muy buenas noches, un condón por favor. -Dos cincuenta y vienen tres.

– Ya, listo. -Tome y ¿tendrá alpaz?

-Sì. -Déme tres de cinco por favor. Este cabro, hoy no se me escapa, sì hoy, dije, ansioso mientras dejaba caer las monedas que me costaron el culo.


Corrí rumbo al punto de donde lo vi partir rumbo a la pollerìa sabiendo que, era tan cabrazo que, se jabonaba las manos, con su propio jabón, que llevaba en un sexi y cabrazo morral (que, su hermana alguna vez le obsequió y que, alguna vez se me autobsequiò, pero yo, preferí, irme a la mar blanca) y se acicalaba luego de mear. Cabrazo de mierda, repetía varias veces mientras la ansiedad por cogerlo me consumía.


Cuando llegué al punto en cuestión, él ya estaba ahì. –Què, dònde estabas. Me inquirió, autoritario. –Es que me pareció ver a una dulce amiga y fui tras ella para confirmar si lo era o no. Respondí resoluto, creyendo ser certero. Él ya tenía entre sus manos otra botella cuyo dios liquido portante, incidía por emularnos en aquella noche diletante y vacía de todo.


Y, como dentro de una enrevesada polifonía, los vasos vidriados y descartables, ajados unos y rotos otros o, extraviados al arrojar el concho inexistente del licor que intentaba superponernos a nuestros propios instintos, arreaban a la noche y con ella, a nuestros cuerpos sin rumbo fijo, mientras nuestros deseos quedaban varados en lo que yo, creía una clara inconciencia, todo dentro de un extraño espiral donde me veía caer y sortear mi propia sombra y la suya. Los ojos se cierran, la noche se apaga como si las baterías de un extraño artefacto decidieran mudar su procedencia hasta que, caemos en un sopor, el cual es imposible recordar hasta que, al día siguiente o en alguno del futuro alejado, tememos que, alguien nos lo relate como un extraño cuento de terror en el que, no se es, ni el mediano héroe ni antihéroe. Si hubiera estado consiente, seguro hubiera masticado la siguiente frase: la noche se acabó y a lo único que penetré, es a mis imposibles deseos.


Desperté desnudo y creyéndome solo, en una habitación, largamente mejor a la mía, él a mi lado, también desnudo y con el cuerpo lleno de frases con tinta negra que no me detuve a leer, aunque, varias tenían el adjetivo sustantivado, cabrazo, su culo lucía ensangrentado y mientras viraba la mirada en todas direcciones, hallè una botella transparente cuyo pico también lucía restos desangre. Sentí tal miedo que, me vestí con lo que encontré a mano y abandoné la habitación sintiéndome el màs cabro de aquel rezago de la noche, y, prometiéndome que, por ninguna razón averiguaría por què, sentía un extraño dolor en lo que en èl, era la fuente de mis deseos.

Han pasado varios años desde aquel confuso incidente y desde aquèl, cada vez que hallo a Jaime en los recitales a los que èl, concurre siempre acompañado por damas, algunas bellas y otras inteligentes y yo, lleno de recuerdos, èl me observa, sonríe picaramente, pero, intempestivamente su risa se torna en signo de rabia, que yo, descifro certeramente hacia mí ¿Qué prevalecerá en él tras el tiempo? Y, siempre, termino por ingresar al baño, despliego aquel sobrecito, inhalo, las razones y la desidia de la propia vida, desempunzo mi cinturón, dejo caer mis vestiduras, luego, hundo mi dedo medio izquierdo en mi culo., nuevamente luego, y, tras una rápida pero febril fricción, eyaculo tristemente. Siempre tocan la puerta. Yo ignoro el sonido…


POR FÈLIX MÈNDEZ

viernes, 16 de octubre de 2009

Afectos en alcohol

Eran casi las 2 de la mañana, yo había estado bailando desde la media noche en el Yacana y todo parecía tranquilo.Ese viernes llegué sola, esperaba a unos amigos y como no llegaban, me fui a bailar en un rincón. De pronto me rodearon muchos tipos y yo me le abalanzaba a uno, que pensé que era mujer, cuando veía a un mañoso por ahí.

Con tanta cerveza y tanto baile me dieron ganas de ir al baño, crucé al otro extremo del bar, entré asegurando bien la puerta y al salir un tipo me arriconó contra la pared del pasadizo y me dijo "te doy todo lo que quieras pero quédate conmigo". Lo miré desconcertada, viéndolo poner billetes en mi escote tonero, ni siquiera me fijé de cuánto eran, los saqué inmediatamente y me quedé mirando al susodicho completamente consternada pero con algo de compasión. Luego pensé "si es que nunca tengo nada que perder, ¿por qué no arriesgarme a saber qué es lo que quiere este pobre diablo?"

"Está bien, me quedo contigo". Me llevó a la barra, dónde había estado bebiendo y me dijo que pida lo que quiera y yo elegí cerveza, como siempre. Por un momento intenté hablar de algo coherente con él pero era imposible, estaba muy ebrio, intentó besarme pero al ver su boca babosa volteé la cara y le dije "¿Qué te parece si mejor vamos a otro lado?". Hasta ahora no entiendo bien por qué le propuse eso, fue algo de momento.

Pagó lo que no acabamos de consumir y nos fuimos. En ese instante, pareció habérsele quitado lo borracho y a la luz, era muy guapo. Tomé ventaja y le pedí al taxista que nos lleve a Magdalena, a un hotel que queda a dos cuadras de mi casa.

En el auto, este chico al que nunca pregunté su nombre, me miraba y me tocaba el cabello, no se puso faltoso como al inicio, en determinado tramo del camino se recostó sobre mi pecho sin decir nada. Saqué dinero de su billetera y pagué la carrera.

El guachimán del hotel me ayudó a llevarlo dentro, otra vez saqué dinero y pagué la habitación, pero esta vez vi en su billetera varias fotos rotas de una misma chica, ahí entendí el por qué de su borrachera. Entramos y nos sentamos. Yo no pretendía tener sexo con él, sólo me mataba la curiosidad por saber qué le había ocurrido, por qué se había puesto así. Él quiso tocarme y me negué, de hecho no tenía ni como ponerse violento porque me lo bajaba de un lapo. Luego se puso a llorar y me contó su drama, que no tendría lugar en este relato, lo escuché hasta que se quedó dormido.

A las 4 de la mañana, volví caminando a casa.

jueves, 15 de octubre de 2009

Un novio, un tire, dos hoteles

Tenía un novio maniático que cada que llegaba a un hotel revisaba todo el cuarto. Primero las paredes. Luego levantaba los cuadros a ver si habían cámaras, abría los pequeños closets, y terminaba cogiendo las sábanas o las casacas o esa cobija que siempre te dan de más y la ponía encima de los cuadros. Cuando terminaba corría al baño a lavarse. Lo hacía compulsivamente una y otra vez. Nunca quiso masturbarse frente a mi, le parecía tonto. Y luego de haber tirado recogía su ropa y la ponía en la mesita de noche. Antes de irnos tendía la cama como quien olvida que una cama de hotel es un cuarto prestado.

Luego una vez era un año nuevo yo estaba circunstancialmente soltera y mi amigo guapo tb. Habíamos brindado de más en al casa de un amigo y lo habíamos hecho a medias en el baño. Nos quedamos con las ganas y yo lo meti a uno de esos hoteles parejeros y puteriles del centro de Lima. Me pareció un chiquillo cuando miró la ducha y dijo con inocencia: asuuuuuuu, ¿nos bañamos? No me pareció tan chiquillo cuando me monto. Me confeso que nunca había tenido sexo oral, que quería hacerlo conmigo. Me miró de nuevo como chiquillo y dijo: ¿me dices por donde voy? Se lo expliqué pero ni aún así llegué. Bueno, tiene a su favor que no me va el sexo oral. No pasa nada cuñao.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La noche inolvidable

Situaciones siempre confusas. Tenía que despedirme del Museo por lo alto, beber todo el vino que pudiera y vivir una noche inolvidable. Esa mañana al despertarme y darme cuenta de que estaba viva –y no precisamente rebosante de alegría por ello–, una extraña sensación de carencia me embargó; presurosa me acerqué a un espejo y allí noté que todo estaba en su sitio: dos brazos, dos piernas, dos ojos, una nariz, un ombligo, cabello despeinado, etc., etc. A pesar de la situación, no dejé de ser un animal de costumbres y como todos los jueves me duché, tomé café pasado mientras escuchaba música y me puse las zapatillas verdes que tanto me gustan; aún haciendo un considerable esfuerzo por deshacerme de la sensación de carencia, no pude. Camino al Museo concentré cada milímetro de cuerpo en la habitual tarea de no tener contacto humano físico, ni visual, ni bajo ningún sentido posible; pero la sensación ésa siempre estaba presente. El resto del día transcurrió así: abrí salas de exposición, redacté notas, cafecito, carencia, revisé archivos, carencia, almuerzo, redacté más notas, cafecito, carencia, cerré salas de exposición. Luego de devolver las llaves de las salas me senté en el borde de la pileta del Patio de Fresas –había otros cuatro patios, pero ese tenía ese no sé que barroco que tanto me gustaba para quedarme allí encendiendo cigarrillo tras cigarrillo–, fue cuando apareció el sujeto de las manos hábiles, sólo a él pude yo contarle de la impertinente sensación de carencia, “estás loquita nomás”, me dijo con aquella sonrisa siempre encantadora que lo hacía inconfundible. Fuimos a recoger mi bolso y salimos de allí, juntos caminamos por las calles apestosas del centro al encuentro del resto del grupo para la celebración respectiva. Lo cogí del brazo y me sentí maravillosa, es que los dos hacíamos número par y los números impares siempre se me habían hecho perturbadores. En Rockola nos encontramos con los otros, bebimos vino y conversamos, pasaron las horas y el resto dejó de importar, sólo existíamos en el mundo: la sensación de carencia, el vino, el sujeto de las manos hábiles y yo. En algún momento recuerdo haber visto la hora en mi viejo reloj (marcaba la medianoche), un momento después él y yo nos acercamos a la Rockola a escoger una canción –nos decidimos por Motivos de los Morunos–, lo cogí del brazo y sentí su nariz en mi mejilla y fue entonces que supe qué era aquello que había carecido en todo el día, lo supe porque la recuperé; libido, eso era lo que me hacía tanta falta y cabe mencionar que me hacía tanta-tantísima falta porque libido era lo que más me había sobrado en toda mi vida.

Yo, siempre ansiosa de sexo, siempre deseosa de placer, siempre muriendo por algún hombre –y no muriendo amor, sino muriendo por ser penetrada, ser lamida y ser tocada–. La disciplina que me caracterizaba en mi trabajo y en mi casa, la aplicaba también en mi búsqueda de parejas, cada uno tenía que ser mejor que el otro, grandes, fuertes y con manos voraces (y con capacidad suficiente para hacerme sentir insignificante, pero gozosa).

El caso fue que todo resultó curioso, pues inmediatamente el sujeto de manos hábiles rozó su nariz en mi mejilla, inmediatamente volvió mi libido, inmediatamente perdí la memoria; lo siguiente que recuerdo es que desperté en una cama de hostal, desnuda, sólo llevaba puesto mi viejo reloj (que marcaba entonces las seis de la mañana). El sujeto de las manos hábiles dormía a mi lado, me quedé allí tendida a su costado un buen rato, hacía esfuerzos impresionantes por recordar cómo habíamos llegado hasta allí, pero fue inútil. Me levanté y vestí sigilosa, miré por la ventana y calculé que estábamos en un cuarto o quinto piso; el hecho es que la culpa era porque el sujeto de manos hábiles tenía novia –una muy desagradable y mentirosa, pero novia–, tratando de no hacer ruido con las zapatillas me acerqué a la puerta y entonces escuché su voz: “¿Dónde vas?”, cuando lo vi desnudo sobre aquella cama inclinada, pensé: “¡Qué más da! No recuerdo nada y no me iré de aquí sin tener sexo memorable”, me desnudé nuevamente y me lancé sobre él. Sus manos acariciaron mi cintura y estaba tan excitada que me introduje su pene erecto fácilmente, aunque disfruté cada momento con loca pasión, no tuve orgasmos esa mañana; igual tuve la satisfacción de tener entre mis piernas a un hombre grande y fuerte, al menos eso creí en ese momento, no sabía que a partir de esa noche empezaría una relación trágica e inestable, no sabía que lo tendría un par de años entre mis piernas y menos aún sabía que encontraría un par de manos más firmes y más seguras que las suyas luego del día de nuestro tormentoso final también en aquel feo hostal.

domingo, 11 de octubre de 2009

ROJDUONZO

Aprontado recorría las galerías precarias del mercado. En busca de un cuenco con el que podría beber la sangre de mi primera victima. Confundiéndome con perros y mendigos. Es azarosa la vida del “prèhen” del dios líquido. Un vaho nebuloso surgió de mis fosas y labios lacerados por la enfermedad incestuosa que acarreo desde que no diferencié, a la mujer, de la sangre que llevaba en su vulva como una fuente deliciosa de placer. Los ladridos y gemidos de los harapientos irrumpían contra mi farfullante espíritu. Un arma azul flotaba cerca de mis genitales. La visibilidad nocturna me hacia coger latas, botellas, desperdicios, pero, jamás un cuenco. Ahí, como el diente brillante de un demonio, aquel objeto reflejaba la farola difusa y enmohecida de aquel rincón en las galerías del mercado. El demonio persigue al demonio como objeto o como humano. Ya con el cuenco entre mis garras asquerosas, volvíme hacia mi primera victima. Mi trote se confundía con el tictaqueo de los relojes de quienes esperan morir antes de tiempo. Ellos caminan entusiasmados. Yo también, porque voy rumbo a interceptarlos. No sè como.

Rodeo su cuerpo inconsciente. En un estado de conciencia total. Mi lengua reverbera la pasión mientras raspa su piel delicada y hermosa. Mis uñas asquerosas rozan sus vellos y se introducen en la fuente del placer homosexual. Mi lengua también. Ana despierta. Ana muere. Ana me aloja en su puente como un apéndice interconducto de la humanidad. La depredación para un animal como yo, existe más allá del deseo y la circunstancia que mis propios deseos crean. La paz espiritual es una mierda sobre la que agrego mi propia mierda, cuando hablo, camino o finalmente evacuo la basura que, de la sociedad directamente consumo, diligente y mendicante. Constantemente la dormía para poder hablarle con roces de mi lengua sobre su cuerpo. Penetrarla, jamás podía, había algo conservador, en mí, hacia ella. Sepultar una parte de mí, en ella, era una ecuación divergente en aquel instante. Mi lengua recorría su cuerpo hermoso y dormido. Los soportes de titanio siempre fueron parte de su cuerpo y de los que también disfrutaba.

Aquella noche pertreche mi morral con todas las sustancias a las que mi hermana era débil. Mantequilla, ajos y maní. Sonreía mientras respondía las inquietudes de nuestros padres sobre lo que llevaba en mi excelso morral de disputas incestuosas. Al sustantivo morral, réstale una ere.

Aquella noche no la penetraría. Todo sería un juego pactado, en donde nunca transgrediría mis conservadurismos. Sólo caricias de un hermano a una hermana sedienta de placer, pero, temerosa de verdaderos placeres. La culpa es el motor de nuestros deseos y placeres ¿Existirá la vida después de haber penetrado a mi hermana?

Ingresè al rab. Él, lucía constipado y no por razones bronquiales. Aquel cadáver albo suele morir entre nuestras fosas para resucitarnos del marasmo de equilibrio y perfección, si es que intentamos llegar a ella. Hace diecisiete días que me compré una escopeta. Para asesinar a mi sombra y a sus propósitos. Aquel escritor insecto decía que escribía para morir. Yo camino para morir ensedadamente entre una bala de espuma y un silbido de metal. Contábamos y cantábamos èl y yo. Mientras él caía constantemente al césped de marfil que creaba con sus bocanadas de sal, y, lucia como un cadáver hermoso, lucido. Valga la perfección cuando se rueda. Revoloteaba entre el aserrín, mis pasos y sombras, para eventualmente ponerse en pie y convidarme la razón de sus fosas. Yo no aprendí con la muerte. Nunca haré apologías con el objeto de apologías de aquellas que, justifican sus taras como virtudes ¿Estás bien Jèrick? invítame de tus fosas la sombra alba de nuestra razón imperfecta. Hemos perdido todo, ayer, hoy y mañana. Multiplicaremos las razones de los conceptos de nuestros cuerpos tendidos en la mitad del asfalto y la noche del día. Anímicamente pendemos de una par de fosas y de las líneas que demarcan nuestro campo de sofball. Hay inseguridad en nuestras sombras. Hay formas de cabrearnos decorosamente. Pero esta no es la forma, maldito “rogo”. Sì, maldito “rogo”. Fin de de días que se extravían en nuestros temores. No tenemos nada, levántate “lazareado”. El ánimo se constituía en nosotros, mientras nos arrastrábamos como lagartijas corticoides dentro de los lúcidos. La razón jamás será correcta, pero, no implicaría que me dedique ha aplaudir tus marasmos existenciales. Las columnas sonríen con nuestros espasmos de lagartijas. Las líneas caen dibujadas para nuestras tumbas. Esto es un accidente señor. Oye ¿sabes de mí cuando me pierdo en estas línea s de tierra que cubren mi cuerpo sin epitafio? El silencio es tu vasallo. Doblarse es símil de erectarse. A cuanto adquiriste la basura que nos da vida. Como unos escarabajos excrementeros hacemos rodar la mierda de nuestra alma. ¿Haz leído al “monzón”? Ellos tienen dos manos, nosotros tenemos dos fosas. ¿Te imaginas? Podremos sobrevivir. Tenemos derecho ha ilusionarnos con nuestras taras. Nuestras sombras nos engañan y engullen. No podemos caminar en dos patas. Estamos arreándonos y el sofito es elevado para nuestro ceño.

Hastiado de la represión de nuestros “mis” instintos, la penetré y ¡oh sorpresa! ella abrió los ojos y, cercó sus labios hacia los míos y empezó a morderme

Mientras la penetraba introducía el arma azul en su rostro. Él, su corazón palpitaba galopante mientras cedían sus fluidos uniéndose a los míos.

Besé su cadáver desangrado, la penetré, no sé si por última vez y, me quedé dormido junto a ella, en una de las precarias galerías del mercado. A ciertas horas hay oscuridad total en ellos dos. Uno muerto y otro vivo. ¿Quién era hombre? ¿Quién era dama? Éramos hermanos por consanguiedad materna. Yo sonreía mientras recordaba aquella consanguiedad.

Que dulce es esperanzador era tu cuerpo hermana.

Ana, ana, ana, su corazón dejaba de latir mientras las últimas gotas de mi semen se diseminaban dentro de su vulva. El arma azul se adentraba en el paisaje muortorio de sus ojos.

Señor ¿podría decirme qué hora es? Es hora de que muramos hermana.

POR FÈLIX MÈNDEZ

jueves, 8 de octubre de 2009

Sorpresas te da la vida

Hace un par de años conocí a Mario. Lo vi en la cafetería de la pre un verano y esa fue la primera vez que alguien me gustó solamente para el sexo. Mario es un tipo muy alto, con los músculos marcados, el cabello largo y crespo además de unos ojos bellísimos. Comencé a merendar café y galletas en alguna mesa cercana a la de él, lo veía con su grupo de amigos, cosa que me intimidaba porque yo siempre estaba sola y no acostumbro a conversar con nadie a menos que necesite algo.

Él y yo cruzamos miradas varios días hasta que pasada una semana, comenzó a saludarme. Resultó ser un tipo agradable, inteligente pero un poco creido. Conversamos dos veces y tres días después me invitó a salir

-"¿A dónde quieres ir?", me preguntó amablemente
-"Quiero chela"
- "Yo no tomo...pero bueno, si quieres"

Entramos a un chupódromo por Lince y conversamos de muchas cosas, él con el típico jueguito de manos comenzó a acercarse más y yo no se lo impedí. Terminó dándome un beso en el cachete y supuse que era un tipo medio pavo. Lo besé, fue la primera vez que tuve la iniciativa de hacerlo. Nos fuimos caminando de la mano, luego se olvidó de niñerías y comenzó a tocarme

- "¿Vamos a otra parte?"
- "¿A dónde?", haciéndome la cojuda
- "Vamos"

Parecía conocer muy bien los hostales de la zona. Entramos a uno, pagó y subimos 4 pisos. El me quitó los encajes rojos que sin querer, me puse esa noche. Yo estaba ávida de él, su cuerpo era una delicia. Se abalanzó sobre mi y de pronto lo vi moverse, ajustando los labios, cerrrando los ojos pero yo no sentía absolutamente nada. De rato en rato sentía un cosquilleo leve en la vajina, pero nada más. No pasaron ni 5 minutos para verlo exhalar y quedarse inmóvil sobre mi.

- "Lo siento, no sé por qué me pasa esto"
- "¿Qué cosa?" haciéndome la cojuda nuevamente
- "Es que esto sólo me ha pasado con una chica"
- "¿A qué te refires?" cojuda, otra vez
- "Llego muy rápido"
- "Ah bueno", dije en tono alpinchista para que no se sienta mal, mientras pensaba que debía ser terrible para él que aparte de tenerla chiquita, sea precoz

- "No te preocupes muchacho. ¿Por qué no me cuentas tu problema?"

Nos la pasamos conversando, fui su psicologa por una noche... él me contaba sus conflictos sexuales mientras lo escuchaba con paciencia y atención. Esa noche y unas más, mi única satisfacción fue tocar ese hermoso cuerpo pero luego de tantas sesiones psicoterapéuticas, terminamos siendo buenos amigos.

viernes, 2 de octubre de 2009

Estrella internacional del cine porno – categoría: sexo oral

Había llegado el momento, nada importaba mucho en la vida, trabajaba para vivir y todo se había hecho costumbre, apenas unas semanas atrás, y luego de un episodio de esos que mejor no recordar, regresaba a la vida de soltera; aún se me hacía difícil no tener al lado a quien contarle lo inquietante que se me hacía la gente en las calles, tampoco me acostumbraba a eso de ser una sola e impar –realmente no era tanto el hecho de extrañarlo, era lo perturbador y casi escalofriante que me habían parecido siempre los números impares–. Así pasaron algunas semanas, hasta que llegó aquel día; como de costumbre tomé mi café mañanero, me bañé con agua caliente, cuando me cambié me puse las zapatillas verdes que tanto me gustan y en mi cabeza rondaba una sola idea: ser estrella internacional del cine porno – categoría: sexo oral. Debí ir a la universidad, pero el ímpetu sexual pudo más, luego de la segunda taza de café, partí a buscar algún hotel con wi-fi, se me hizo raro –y a la recepcionista igual– el hecho de haberme registrado sola, pero hay que ser osados cuando se trata de sexo y ¡qué más da! En la habitación 222 fue que empecé con la primera parte del plan “EIDCP-C:SO”, preparé la notebook para descargar todo el porno que mis ojos pudieran ver (categoría: sexo oral) –caigo en la necesidad del soporte teórico antes de iniciar la práctica–, fueron ocho horas maratónicas y vi todo lo pude ver.

Debo acotar dos cosas: primero, hubiera querido compañía humana mientras tomaba las lecciones, pero lo establecido es lo establecido y aún no era el momento, lo bueno del caso es que yo misma pude resolver la satisfacción del deseo, tengo dedos pequeños, pero hábiles; segundo, ¿por qué sexo oral? porque hacía muchos años –¡muchos!– que había dejado de hacerlo, es bueno, mientras se está vivo, usar los cinco sentidos (si se puede seis o siete) y si existía algún sabor que mi gusto –en especial mi lengua– realmente extrañara, era el de aquella porción de piel en la que no podía dejar de pensar. Partí del hotel cuando atardecía, la segunda parte del plan “EIDCP-C:SO” era preocupante, había que encontrar al sujeto que pueda ofrecer el pene ideal para pasar a la práctica del hecho, y cómo saber quién era el sujeto (no sé si esté demás recordar que los hombres no andan desnudos por las calles); bastante alarmada caminé hasta que llegué al parque del pajarito1 , descorazonada y con mucho frío entré a la iglesia con fachada trapezoidal frente al parque, qué bueno que lo hice porque fue allí donde tuve una anunciación postmoderna, “luego de la señal el hombre se hará carne y la carne será tu alimento”, dijo el cura, y así fue que me decidí a esperar la señal. Regresé al parque del pajarito y me acomodé en una banca, como despejando la mente, empecé a balancear los pies en el aire y a tararear en mi mente la canción que se me había pegado. Se había hecho de noche y llovía, quizás llevaba ya horas sentada en la banca y de pronto apareció un sujeto con dedos angulosos2 , se sentó a mi lado y dijo: “¡Qué difícil es tener sexo en Lima ¿No?!”, esa fue la señal. Obviaré lo que sucedió después hasta el momento en el que llegamos a un hostal laberíntico, tuvimos que subir una escalera, pasar por cuatro pasadizos, bajar por un elevador (en el cual tuvimos acción previa), caminar por más pasadizos –hasta que perdí la cuenta– y volver a subir escaleras para llegar a la habitación. Acordamos realizar un par de ensayos antes acomodar la cámara filmadora que llevaba en la mochila, bebimos un trago de colores3 y apagamos la luz, la penumbra y el alcohol todo lo pueden; sobre todo la penumbra y sobre todo el alcohol. Todo sucedió en una silla, el sujeto de los dedos angulosos parecía cómodo allí sentado y aunque me perturbaba imaginarme que mis rodillas tendrían que arrastrarse en ese piso frío y mugriento, preferí no incomodarlo. Él se desnudó por completo, buen tiempo estuve sentada sobre sus piernas, frente a frente, me acariciaba la espalda por debajo de la blusa y mi lengua estaba entretenida en sus labios; luego le di la espalda, siempre sentada sobre sus piernas, podía jurar que mi entrepierna hervía, quizás él pudo haberlo comprobado cuando alzó mi falda e hizo a un lado mi ropa interior, sólo sus dedos me penetraron esa noche. Finalmente, me lancé a sus pies e inicié la sesión, disfruté de ese pene erecto como nunca de otro, el piso mugriento ya no interesaba, toda mi atención la concentré en saborear el momento, para cuando eyaculó yo estaba tan húmeda y caliente que tuve que volver a sentarme sobre él para sentir sus dedos complaciéndome hasta el coito. Después de más alcohol y un breve descanso repetimos la acción, cuando amaneció noté que había olvidado el plan “EIDCP-C:SO”, pero era lo de menos, había pasado una noche maravillosa.

Retorné a casa plena de vida, con una fatiga placentera y mucha sed. Dos días después recién regresé a la universidad y aunque seguía sin tenerle a quien contarle que la gente en las calles me perturbaba, ya la vida de soltera no me incomodaba más, mientras pudiera tener todas las noches a un sujeto de dedos angulosos con quien disfrutar de sexo oral.

[1] En pleno parque hay un poste, como esos verdes con los nombres de las calles que hay en todas las esquinas de Lima, pero con el dibujo de un pajarito: parque del pajarito.

[2] No importaba nada más que los dedos angulosos, pues era lo más cercano que se me hacía a encontrar un hombre con dedos rectangulares, es que había algo en las formas geométricas que siempre me había excitado.

[3] Aunque no tengo la certeza de ello, quizás bebimos cerveza o vino; mi memoria suele cambiar algunos datos a su gusto.

jueves, 1 de octubre de 2009

Experiencia a la holandesa

Terminé con una chica que amaba de esquina a esquina. Y en esos momentos, la clásica de toda persona que acaba una relación, es tratar de olvidar... algunos pensamos parchar ese vacío con otro cuerpo, acciones conocidas en lenguaje coloquial como "choque y fuga"

Esa noche un chico de mi promoción me paso la voz de una fiesta en Barranco, una de esas fiestas en casonas con temáticas estupidas, lo acompañe mentalizado que iba a ser una noche para alcoholizarse hasta morir. Llegué a la fiesta y me sentí como un ente diferente, al pasar las horas y las botellas de cerveza ese pensamiento fue cambiando, el dj puso una canción de The Killers – Read my mind y comencé a saltar locamente de un lado para el otro con mi vaso de chela en la mano y justo en ese momento me choqué con alguien, todo lo que había en mi vaso le cayo en el polo a ese alguien, alce la mirada y me di cuenta que era una chica muy bella, tenia el cabello rubio y los ojos claritos, ambos cruzamos miradas y nos quedamos mirando impactados. Dentro de mi nerviosismo trate de limpiarle el polo y comencé a conversarle, creo que después de cruzar la mirada ambos supimos que es nos deseábamos, no le dimos más vuelta al asunto y ella me dijo "¿por qué no nos vamos a otro lugar para que se seque mejor mi polo?" yo le respondí, sin rodeos, que conocía un lugar muy cálido para poder secar el polo y ver televisión.

Salimos de la fiesta y nos dirigimos a un telo en la Av. Arequipa, yo siempre lo denomine “EL GREMBLIS” creo que en realidad tiene otro nombre, durante todo el camino ninguno de los dos menciono ninguna palabra, entramos y pagamos entre los dos la reserva, nos habían dado un cuarto en el piso 7, entramos al ascensor y ella se abalanzo hacia mí como una fiera, no dio mas vuelta y metió su mano dentro mi pantalón y comenzó a sobarme todo el miembro mientras que ella gemía de una manera diferente, ¿habrá sido un gemido en francés? llegamos al piso y la calentura no nos dio para buscar el cuarto, ella se alzo el polo y me mostró sus pechos, eran totalmente descomunales, le baje el brazier y pude verle los pezones rosaditos, en verdad, eran los pechos más perfectos que había visto en mi vida.

Yo estaba muy erecto, buscamos un lugar donde ocultarnos, entramos al primer cuarto que estuviera a la mano, era uno completamente oscuro. Comenzamos a tocarnos todo, yo sólo atine a cerrar la puerta con llave y ella a bajarme el pantalón para hacerme un riquísimo sexo oral, en realidad es uno de los mejores sexos orales que me han hecho hasta el momento, yo la volteé le baje el pantalón y comencé a besarle cada parte desnuda de su cuerpo, me puse uno de los preservativos que había comprado en la recepción y comencé a penetrarla sin control, agradezco al alcohol por ayudarme a durar tanto, porque si hubiese estado sobrio lo más probable es que con tremenda belleza hubiese terminado al segundo.

Practicamos todas las poses habidas y por haber en un espacio de 2 x 2, al terminar nos vestimos y fuimos a buscar la habitación que nos había tocado, entramos a ella y descansamos. Al despertanos, ya de día, nos bañamos juntos y salimos. Mientras buscábamos ascensor, fui recordando de manera pícara cada uno de los instantes vividos y al encontrarlo, nos dimos con la sorpresa que el cuarto que habíamos entrado era el cuarto de mantenimiento del piso.

Salimos del hotel, nos despedimos y nunca más supe de ella, lo único que sé es que se llama Ashley, es holandesa y pasó una semana de vacaciones en Lima.