martes, 1 de junio de 2010

La tragedia de Yolanda Manrique

[Crónica de El Comercio. Viernes 21 de diciembre de 1923]

Una dolorosa tragedia realizada hace, más o menos, cuatro años, ha tenido su epílogo.
Todos los elementos sociales no sólo de la capital sino, también, de la República, se sintieron conmovidos e interesados con la perpetración de un homicidio con caracteres agravantes llevado a cabo en una noche siniestra en el hotel Raymondi de la calle de Espaderos (Alt. Cdra. 4 del Jirón de la Unión), a la que el instinto popular calificó luego con el epíteto de "posada sangrienta".

Carlos Goldz, ciudadano norteamericano, fue muerto a hachazos en su propio lecho, cuando dormía, sobre seguro y a mansalva. El cadáver fue encontrado al siguiente día, primero por los empleados de esa pensión y luego por la policía del cuartel primero. Intervinieron las autoridades judiciales, de policía y médicas. Se tomaron las primeras declaraciones, se hicieron los convenientes interrogatorios preliminares, se hizo algunas prisiones preventivas, deduciéndose tan sólo que había un cadáver de por medio, que la muerte se había producido por la acción de mano extraña, pero no era posible conocer a los autores del delito.

Posteriores averiguaciones, informes de la servidumbre, ciertos detalles hallados en la habitación donde fue muerto Goldz y, principalmente, la eficaz contribución de un conocido industrial de la calle de Baquíjano que tenía un café, ofrecieron la clave del asunto.

[...]

Una mujer, celosa, que había mantenido relaciones maritales con Goldz desde el extranjero, y que en vista de la pérdida de la buena vida que éste le daba, ante la noticia del próximo matrimonio de Goldz, no tuvo en mira otra cosa que quitar la vida al hombre que iba a abandonarla y a entregar su cariño sincero y honesto a otra mujer haciéndola su esposa.

Yolanda Manrique, chilena de nacionalidad, y meretriz de profesión, concibió y planeó el crimen. No quiso llevarlo a cabo en la pensión Raymondi. Quiso llevar a su amante a una casa de vecindad de los extramuros de la población y por la avenida Unión donde tenía todo dispuesto para el crimen, contando con la complicidad involuntaria de una lavandera. Goldz no concurrió a la cita y falló el plan de la Manrique.

En vista del fracaso de este plan, la Manrique, que no tenía otra idea que la de victimar a su amante, dispuso lo necesario para llevar a cabo su eliminación criminal.

Obtuvo la complicidad de Pedro Castillo. Fue una noche siniestra. Goldz dormía tranquilamente en su lecho. Acude la Manrique deseosa de vengarse de la tentativa de abandono que Goldz había decretado ya al normalizar su vida contrayendo matrimonio con una señorita de la capital. Penetra a la habitación, abriéndola con llave conseguida de antemano y que obraba en poder de Castillo.

[...]

Tanto la Manrique como Castillo, tras de investigación prolija, como queda dicho, fueron encontrados y entregados a la justicia. Los abogados defendieron a los acusados de la mejor manera, pero las pruebas eran plenas y no dejaban lugar a duda.

En la primera instancia se pidió pena capital para los encausados. La Corte Superior, en revisión del proceso criminal, dispuso que los reos merecían tan sólo pena de penitenciaría [...] Pedro Castillo purgará su enorme delito de homicidio y robo con la pena de 15 años de penitenciaria. Yolanda Manrique, autora del delito de homicidio, purgará su delito en la penitenciaría cumpliendo 14 años de condena.

miércoles, 27 de enero de 2010

Peroxido en polvo

Hace mucho de esto.
Sin embargo el recuerdo no es del todo difuso, el tiempo a veces más que diluir las cosas las concentra.
Creo que hablamos del año 2001 o quizá 2002.
Ella se llamaba - bueno, se llama - Elena, era una buena amiga desde hacia tiempo y si bien existía una considerable tensión sexual entre ambos era algo que jamás habíamos resuelto por circunstancias que no explicaré aquí.
Elena era entonces - cómo lo es ahora - una mulata delgada, de no más de metro sesenta y cara larga y senos grandes.
Soliamos salir mucho, eramos patas, patas que se tenían ganas desde hace mucho pero que no se atrevían a nada.
Hasta ese viernes en que me pidió la acompañara al supermercado.
- quiero comprar tinte de pelo, me dijo.
Al salir del mercado me pidió que la acompañara al minidepa donde vivia con su hermana, llegamos a un depa vacío y sin agua, eran los tiempos de corte de agua en Lima y habiamos tenido la mala suerte de olvidar que la zona tocara.

- Vamos a un hotel, ya se me ven las raices, yo acepté.

No nos alcanzaba más que para un hotelillo de mala muerte en el centro de Lima, cerca a la avenida Grau, el peor hostal que he pisado en mi vida.

No describiré la habitación, solo me detendré en mencionar que el baño tenía un aspecto realmente atroz.

Ella se sacó la blusa, se quedó en brassier preparó el tinte, se lo aplicó y me deslizo algo de tinte en el pelo.

Te verías bien con otro color de cabello y me dio un beso.

Fué un polvo largo, duro e incluso sucio, el olor a tinte llenaba todo, teniamos años de querer ese momento y fue bueno, ver sus caderas moviendose era delicioso y la sensación de ver como ella acomodaba - sin que se lo pidiera o hiciera comentario al respecto - mi pene en el ano era espectacular.

Salimos en la mañana, mientras la avenida se llenaba de las putas del primer turno y el taxista nos miraba raro.

Me había quedado con más de un mechón cabello de otro color.

miércoles, 20 de enero de 2010

Encuentro frustrado

Lo que les cuento me pasó hace 10 años. Yo era una adolescente poco instruida en relación al sexo - como pensar que "Sexo oral" era lo que se hacía por teléfono - y otros avatares, estaba en 5to de secundaria y salía con un muchachito del Champagnat, era el mejor amigo de mi hermano. El único problema que tuve en esta relación fue que una chica de mi barrio, Mariella, se moría por él y comenzó a hacerme la vida imposible.

Pasaron meses y ella consiguió lo que quería, yo me aburrí de los problemas y dejé de ver a Alberto. No pasó mucho tiempo para que otro chico comience a afanarme, se llamaba Andrés y me enteré que era el primo de la loca obsesiva.

No sé qué plan tendrían ambos, pero él un día me buscó y me robó un beso, yo me quedé estupefacta una semana, nunca me habían besado. Desde esa vez, nuestros encuentros eran completamente esporádicos. Yo, en el papel de la niña idiotita y cándida, pensaba que por habernos besado ya teníamos algo y él, se aprovechaba.

Insistió muchas veces para tener relaciones, cosa a la que me negaba, poco después me enteré de que él tenía novia y me sentí tan estúpida que me desquité con una col, la piqué a machetazos. Pasé un par de días pensando qué cosa podía hacerle para vengarme de él.

Finalmente, lo cité en un hotel. Le dije a Toño, mi mejor amigo, que me acompañe. Pedimos la habitación y el recepcionista no nos hizo problemas por ser menores de edad. Subimos y estuve chequeando por la ventana hasta que Andrés aparezca. Él llegó y lo hice esperar media hora, estaba mirando atentamente su reloj de pulsera y se le escapaban todos los ticks.

Bajé del hotel y le di la llave, le dije que suba y que me espere porque le tenía una sorpresa. Toño lo esperaba en el baño del cuarto con un bat de baseball que había llevado envuelto en su polera.

Toño siempre ha tenido un aspecto de tipo sádico y brutal, él lo esperaba en el baño, abrió la ducha para que se de cuenta de que alguien estaba ahí, al entrar Toño hizo un gesto de desquiciado que asusta a cualquiera

- "Así que viniste por tu sorpresita, ¿no?"

Andrés no le dijo nada y se fue corriendo. En parte me quedè con las ganas de que le peguen, creo que eso se merecía. Lo triste es que no pude ver nada de lo que pasó, el mentiroso no volvió a buscarme, sólo me llamó para decirme que era una maldita hija de perra y una looser, que nadie juega con él de esa manera y mientras él bociferaba insultos, yo me mataba de risa.