miércoles, 30 de septiembre de 2009

Los comienzos siempre son extraños

Apuré el café, del modo menos notorio que pude, pero lo apuré al fin y al cabo. Estaba ansioso, pero no quería que se notara, felizmente – pensaba – la ansiedad de ellas les impediría reparar en detalles.

* un trio, ¿te animas?, hacía menos de media hora me lo habían propuesto, por la sencilla razón que estaba ahi, que era su amigo y que preferían hacerlo con alguien de confianza.
* Oye, ¿pero ustedes no son lesbianas?, pregunté, no reclamando, mas bien con esa pizca de incredulidad de quien sabe que este tipo de cosas solo se dan en las películas.
* Si, pero yo he tenido sexo con hombres. Jenny no, pero sé que le gustan, antes de estar conmigo tuvo varios enamorados.

Mayra no pasaba los 20 años, era delgada, blanca y tenía el cabello teñido de un rubio platinado que de acuerdo a la luz podria pasar por un desastre químico, si la mirabas podía pasar por una escolar. Por el contrario, Jenny, año y medio menor era más fornida, más carnuda, de grandes caderas y senos casi inexistentes.

* Bueno, ¿Jenny, estás de acuerdo?, ella miró un momento a Mayra antes de contestar quedito
* Si, claro.

Salimos del café,yo seguía ansioso, ya antes había tenido sexo con Mayra, pero no sabía si Jenny tenía conocimiento del tema, tomamos un taxi a un hotel de lince, pagamos la habitación, el cuartelero me pidio veinte soles más “por la chica extra” entramos, cogí a Mayra de la cintura en el ascensor y la besé mientras le acariciaba las nalgas. Jenny miraba a la puerta.

Llegamos al piso, entramos a la habitación, Mayra se sacó los zapatos y la blusa, con el pecho desnudo y en jean se veia más pequeña aún. Se puso de rodillas ante mí y me abrio el pantalón me sacó el pene y le dió un par de besos antes de lamerlo lentamente. Se incorporó nuevamente y le díó un beso largo a Jenny.

* Ponte de rodillas, metetelo a la boca, todo. Le ordeno mientras le bajaba el pantalón y se colocaba a gatas detrás de ella para hacerle sexo oral, apenas había tenido tiempo de ponerme el condón cuando jenny comenzó a lamerme el pene con lentitud, torpeza, sentía los dientes, me dolía algo de cuando en vez, solté un quejido.
* Lame bien carajo, está bien que seas virgen pero sé que has chupado pingas desde chibola, Mayra la mandoneaba como si fuera una profesora antipática, regañona.
* Disculpame, la lamida comenzó a ser más suave, le cogí la nuca. Sus ojos me miraban con algo de temor, comence a hundir su cabeza, se notaba que dominaba las arcadas, pero no se quejaba, en un momento ella retrocedio con cierta violencia a tomar aire, retrocedí unos pasos para terminar de desvestirme.

Jenny se monto sobre Mayra, comenzaron a hacerse sexo oral mientras me masturbaba, viendo esa combinación de colores.

* Ven, te la quiero chupar, sacate eso que es como chupar un marciano. La chupaba bien, eso lo sabía desde antes.
* Ves? Así se chupa una pinga, cometela bien ahora.

Mayra se levantó a buscar algo en su cartera, sacó un aplicador de crema de manos comenzó a untar las caderas de Jenny, mientras le hacía sexo oral. El pubis perfectamente depilado, color canela contrastaba con el vello oscuro de la vagina de Mayra, Jenny no lo hacía mal, pero tampoco bien, retrocedí algo, no creo que ella se sintiera mal por que retirara mi pene de su boca, cogí a la rubia de la cadera y comencé a penetrarla con violencia, mientras veía a Jenny jugar con su clítoris, no sé si excitada o buscando excitarse.

Mayra me coloco las piernas alredor de la cintura mientras me besaba, quiero que la penetres, quiero que la penetres y te vengas sobre mi cara me susurraba mientras yo pensaba que tener a Jenny al lado en realidad era una mala excusa para tirarme a su novia.

Ella se retiro y me cogió de la mano, mientras acomodaba a jenny en cuatro.

Hazle lo que quieras, me dijo, es toda tuya, solo recuerda, su vagina es mía, si quieres darle por ahí te aguantas.

Jenny me miró un rato, mientras yo frotaba mi pene con crema para manos, suspiro y me dijo; despacio ¿ya? Antes de decirle a Mayra que la amba y hundirse en su vagina velluda, antes de recibir mi pene en su ano virgen y antes de una larga velada en la que termine desvirgando su vagina tan pronto Mayra se quedó dormida.

No fue mi primer trio, ni siquiera el mejor, pero si el primero con ellas y uno de los más bizarros. Al bajar el cuartelero del hotel me miró al darme el DNI, le lanzó una mirada mañosona a Mayra y me soltó un Abusivo.

Cuarteto para dos

Una noche de hace años ya, como muchas tantas desde que empezó nuestra rutina, Cat y yo habíamos acordado una sesión amatoria. En realidad lo de "amatoria" quedaba muy grande. No había amor en nuestros encuentros. Semanas atrás, nos habíamos conocido por una amiga en común -con quien estuve en un ciber romance hasta que la conocí y me espantó su físico-. Escuchar las historias de Cat, su adicción al sexo, su repulsión por los condones, la hizo candidata a ser "mi primera vez", y a mis ya vergonzosos 20 años recién cumplidos, la oportunidad perfecta para dejar la virginidad sin amor, como a todo hombre le corresponde.

Admito que de momento nos ilusionamos uno con el otro. Quizas por eso desarrollé una confianza ciega en ella. Me contó -con una sinceridad inusual para ser un amante- sobre sus vínculos con algunos dealers, su trabajo medio-tiempo haciendo pases y sus aventuras sexuales variadas, en las que había involucrado a su prima aún entonces en la edad ilícita. Mi arrechura adolescente saboreaba la tentación de lo prohibido por doquier. Era una buena oportunidad de tener una historia que contar y de la cual presumir. Era muy divertido recorrer hoteles baratos con ella, quitarle la ropa y descubrir interiores de dibujos animados y sus monumentales pechos me hacían desarrollar nuevos fetiches. Pero lo mejor vino en aquella sesión amatoría. También algo vergonzoso.

Esa noche un amigo de Cat, a quien llamaré Hector, había reservado a la prima de Cat, cuya sexualidad era administrada al antojo de la mencionada prima mayor, con total alegría y curiosidad de la muy dispuesta. Antes que inocente, era fácil verla tonta y de hecho eso agregaba la morbosa idea de dominación.

Coincidimos todos en la casa de Cat. Nosotros estabamos de salida a un hotel en el Callao, muy barato, mientras su prima y Hector tenían partían en ruta a uno más simpatico, en la Av. Brasil, con habitaciones de 25 soles. Partieron juntos y cómplices, ante la venia de Cat y mi envidia. Cat estaba algo entrada en kilitos, mientras su prima era mucho más delgada. Además que toda historia de lujuria deja insatisfecho al protagonista: necesitaba, esa misma noche, probar a la prima de Cat. Mientras el taxi de ellos daba la vuelta en la esquina de la calle, sugerí muy rápido y con habilidad, compartir cuarto con ellos. Cat río. Siempre le sorprendía lo pervertido que llegaba a ser a pesar de que mi experiencia era limitada a lo que ella me enseñaba. Cogió el celular y llamó. Hector ordenó al taxi volver. A los 5 minutos estabamos subidos todos en el taxi. Me toco el asiento junto al chofer.

En la parte trasera, la conversación era explícita. Se mencionaron tríos anteriores de las dos primas con otros caballeros. Hector deslizaba su mano por ambas muchachas y yo me impacientaba por la llegada. La conversación era muy amena. Era genial saber que aquellas dos chicas no necesitaban alcohol, regalos o dinero. Simplemente amaban el sexo. Llegamos al hotel. Pedimos habitaciones contiguas. La mía tenía una ventana hacia el pasillo. El primer polvo era con Cat.

El sexo con ella siempre era genial. Estábamos muy sincronizados, sabíamos que nos gustaba. A pesar de ser muy recorrida para sus 18, en realidad era realmente torpe para ciertas artes. Sus movimientos era de novata con poca experiencia y me confesó 4 años apenas. Era muy mala con el sexo oral. Tenía T de cobre. No me cuidaba con ella porque le tenía una gran confianza. Según ella, en ese momento solamente conmigo obviaba el preservativo. En realidad a esa edad uno cree cualquier engaño. Terminada la sesión, sentimos un toque en la ventana. Era Hector, quien de un salto se zampo desnudo y erecto a la habitación. Había entendido el cambio de turno. Al fin me tocaba con la prima.

La prima de Cat era una chica muy delgada en verdad. No me gustaba, sin embargo las hormonas son imparciales. Exigía condón. Yo también, no le tenía confianza alguna. Procedimos delicadamente con un encuentro bastante muerto. Ella se dejaba hacer el amor como una muñeca inflable, sin aportar opinión o siquiera emoción. Admito que eso me gustó demasiado. Su mediocridad con el sexo oral era incomparable, su disposición a adoptar la pose sugerida. A la luz baja. Mi machismo e instinto de dominación aflorabn.

- "Es verdad que tú duras poquito?" me preguntó. Yo sabía que lo decía por provocarme. Cat se quejaba de mis antojadizos excesos en el tiempo. Pero la muñeca de goma disfrutaba su papel y quería obligarme a utilizarla sin benevolencia. Procedí. Sentí su cuerpo y lo disfruté más que el de Cat. Fueros minutos exquisitos de novedad. Interrumpieron entonces la puerta. Golpes fuertes e indiscretos, de Cat y Hector desnudos que se metían a continuar su fiesta.

Les abrí la puerta irritado y rápidamente perdía la exitación, y con ello todo lo demás. Hector, triunfal, se recostaba a tocar a ambas mujeres. Yo no me sentía cómodo.

La sesíón amatoria prosiguió. Hector, penetraba a Cat mientras ella, al notar mi falta de erección, intentó lo humanamente posible para ayudarme. La prima miraba a mi lado mientras yo la tocaba algo confundido: No soportaba otra presencia masculina en la habitación. Eso eliminaba mi exitación. Eliminaba mi erección. Me convertía en un inútil liciado en ese escenario. Hector, quien para ese entonces me parecía repudiable, se retiraba el condón y pedía permiso a Cat para proseguir sin él. Ella se lo dío. Entendí que el supuesto privilegio mío era una farsa. Jamás recuperé la erección.

Cuando Hector empezó a penetrar a la prima de Cat -quien si exijió condón- me puse el pantalón y salí a la otra habltación. Cat me siguió. En el otro cuarto le reclame por mi supuesta exclusividad en el sexo sin protección. Ella me dijo que habían chicos a los que les tenía confianza con los que escogía no cuidarse. No le creí. Aún no le creo.

Trate de portarme a la altura. Dejamos a las chicas en su casa. Esa fue la penúltima vez que tuve sexo con Cat y la última con su prima. Hector y yo comentabamos en un microbus sobre lo que le faltaba al sexo con ambas mujeres. En verdad deteste tener que fingir ser machista pero ya tenía demasiado en la cabeza, aunque muchos temores quedaron oportunamente descartados.

Tuve sexo una vez más con Cat antes que se fuera del país. Esa vez lo hice con condón.

martes, 29 de septiembre de 2009

Cosas que pasan

Frecuentemente, mi novio y yo pasamos la noche del viernes o sábado en algún hotel y generalmente, antes de ir a dormir, nos vamos de bares para tomar unos tragos. Recuerdo que esta anécdota fue un viernes. Yo había pasado la tarde con mis amigas, cenando una pizza, todas acostadas en la cama de una de ellas, habiamos tenido un día agotador.

Me fui temprano a casa, me alisté y esperé a mi novio. Nos fuimos al centro, al Queirolo, para ser más exacta y a pedido de él, bebimos chilcanos. Luego recuerdo muy poco, sólo puedo asegurar que me saco cargada.

Fuimos al "segundo hogar", que habiamos separado previamente, y nos acostamos. Comenzaron nuestros periplos amatorios, yo estaba con los ojos cerrados, sintiéndolo a él y al pisco del mal.

Lo vergonzoso del asunto fue que, cuando lo sentí tremendamente excitado sobre mí, yo giré y boca abajo vomité toda la pizza que cené. En ese momento dejé de estar ebria.

Él, ocultando parte del asco que compartíamos, se ofreció a limpiar los restos de tomate y queso esparcidos en el piso, yo me negué a su proposición y me las arreglé sola. Me dio demasiada pena ver que, en ese momento, la dureza de su víscera menor había reblandecido.

Luego de solucionar el desastre, continuamos nuestro ritual muertos de risa.

Los universitarios

Yo acaba de hacer el amor por primera vez (bueno yo creía que acaba de hacer el amor, lo que había hecho había sido “tirar”, tirar por primera vez con el novio que se convertiría en el “mal amor de mi vida” y que por cierto no me llamó a la mañana siguiente). No era ni tan chiquilla ni tan inocente, pero tenía 19 años y nunca había tenido sexo. Eso había sido una semana atrás, un jueves que no fue nada santo.

En el ahora de esta historia es lunes y estamos en la universidad. El novio malo había estado conmigo un rato, había llegado a buscarme después de su “desaparición”. Estuvimos un rato dando vueltas por la universidad. Estuvo un rato y se fue a ver a una amiga con la que había quedado, yo no quise acompañarlo.

Yo estaba con Chari, la Negra y Humberto queríamos ir a tomar un trago, no recuerdo bien, pero creo que alguien tenía una botella o que el trago era mas barato si lo compramos en alguno de los huequitos de la Colmena. No recuerdo de quien fue la idea supongo que de Chari o de la Negra pero decidimos ir a tomar a un hotel. Caminamos y llegamos a un hotel que se llamaba “Mochica” (ahora ya no existe, es una casa clausurada), que estaba por el cine Tauro. En la recepción nos preguntaron si nos quedaríamos toda la noche, la Negra dijo que unas horas nomás. Ella que lo sabía todo y que algunos años después les enseñaba a las chicas de la universidad como abortar fácilmente y sin dejar huellas, nos explicó que ese era un hospedaje para tatuadores, que por eso no se hacían palta por los grupos. No me acuerdo si pagó Humberto o hicimos una chancha (eran s/.10). Seguro debe haber pagado Humberto porque el era muy educadito. Me acuerdo que habíamos comprado un “pasitas”, que era un pisco barato (y asqueroso) que se mezclaba con jugo de naranja. Le decían “pasitas” porque en el fondo de la botella habían 3 pasitas. Entramos al hotel y nos tiramos en la cama. Empezamos a hablar de confesiones, de sexo, de la universidad, de los compañeros, de los novios, de nuestros encuentros sexuales. No recuerdo en que momento me sugirieron que llamara al novio. Y yo que no quería, lo llamé. Llegó rápido. En un taxi. Con una botella de ron. Nosotros ya estábamos bastante avanzados. Ahora que recuerdo nunca lo volví a ver tomar un taxi para llegar a buscarme en todos los años que duró nuestra relación. Entró y nos encontró a todos medio borrachos desparramados en la cama. Lo besé arrechantemente. Me besó de nuevo. Me susurró: ¿pedimos una habitación? No le hice caso y seguí besándolo. Chari empezó a jugar con la luz, la apagaba y prendía, la apagaba y prendía. Yo ya me había olvidado de la gente y estaba que me lo comía en la cama. Vi que la Negra y Humberto también estaban agarrando y toqueteándose. Sentí una mano que me tocaba, una mano que pasaba por encima de la cabeza de mi novio. Me encontré con una mano extraña que tocaba su espalda por debajo del polo. Le pegué a Chari. Me desesperé y le metí algunos puñetes. Humberto le chupaba las tetas a la Negra. Yo le gritaba en el oído a mi novio: quiero que me hagas el amor. Chari molestaba a las dos parejas. Mi novio me arrancó el snicker rojo (lo recuerdo claramente, era un snicker rojo) y lo botó al piso. Empezó a comerme. Me lamió. Me penetró con la lengua. Yo no podía evitarlo y empecé a gemir, a gritar, le decía que me lo haga. Él empezó a gritar que no encontraba su jebe, empezó a buscarlo por todos lados. Metió la mano por debajo de la Negra y Humberto que estaba mordisqueándose. Yo quería que me lo hagan (y solo hace una semana acababa de dejar de ser virgen). Chari prendió la luz. La Negra estaba con las tetas afuera. Mi snicker rojo estaba en el piso. Todo pasó en pocos segundos. Yo cogí las sábanas asquerosas de ese sitio y me tapé. A Humberto se le fue la educación y empezó a gritar que apaguen la luz de nuevo. Mi novio me pasó mi pantalón y me lo puse. Pasó un rato más y ellos se fueron, se llevaron el ron selladito que trajo el novio. El novio mi mirí y dijo: uff, lamentó que se hayan llevado su ron y bajó a comprar condones. Yo llamé a mi mamá desde la cama del hotel para avisarle que llegaría tarde. El novio subió y me contrasueleó en la cama de cemento. El colchón era delgado y yo podía sentir el cemento en la espalda. No recuerdo cuántas veces lo hicimos. Solo que en una de ellas el condón se me quedó dentro. Ese día ocurrieron varias cosas: mi casi primera vez con público y mi primer sustazo por un embarazo no deseado.

Dalila

Una vez en Miraflores

Hace ya bastantes años, conocí a un tipo al que llamaré Diego. Él era casi 10 años mayor que yo y nuestro encuentro fue casual: yo trabajaba de recepcionista y un buen día, una voz extremadamente sensual me pidió informes sobre el instituto, le contesté y nos quedamos conversando, me comentó que era periodista y fotógrafo,al final me pidió mi correo electrónico para intercambiar información y como lo vi simpático, le di mi msn.

Pasó un par de semanas insitiéndome para vernos y finalmente, me convenció cuando me dijo que tenía un proyecto fotográfico y necesitaba un rostro como el mío. Al incio dudé de ir, porque supuse que tanta insistencia en verme no iba a ser por gusto, además yo había terminado recién con mi novio y me había despedido de un amor furtivo al que amaba ciegamente.

Quedamos un jueves por la tarde y fui hasta su departamento en Larco, supuse que a sus 30 años ya vivía solo y así fue. Su lugar parecía un museo, lleno de cosas extrañas, hechas por él, máscaras, esculturas, tallas en madera, cortinas tejidas, etcétera. Escuchamos música, tomamos vino, conversarmos hasta que me llevó a conocer su dormitorio y era tan pequeño, que sólo podíamos sentarnos en su cama, tenía dibujos lindos en el techo y mientras conversábamos me quiso besar. Le mordí los labios con furia para que no se atreva a hacerlo, ese tip lo leí en una novela a lo Corin Tellado, y por eso, no me sirvió de nada.

Él no se rindió y siguió seduciéndome, más mordiscos no hicieron mella a sus intenciones, se me sobó por las piernas y un poco más arriba como un gato, giraba moviéndo su cuerpo con tamaña flexibilidad que, a pesar de mentalizarme para no caer en tentación, acabé cediendo y estuvimos un rato en su cama, flirteando sin que nada se concrete.

Luego me dijo para salir por ahí y yo acepté, estuve caminando contenta por tanta toqueteada y como estábamos en Larco, empecé a ver cada zapatería con la que me cruzaba, lo observé esperarme en la puerta un tanto impaciente hasta que lo vi parar un taxi y me dijo: "vamos a ir a pasear". El taxi nos llevó del parque Kennedy a Petit Thouars, a una cuadra que no recuerdo pero que estaba aún en Miraflores. Bajamos en la puerta de un chifa

Pensé "qué tipo para genial, adivinó que me encanta esta comida". Entramos, y detrás de una cortina vi una pieza de madera con un vidrio a la altura de la cara, muchas llaves en la pared. Él pagó, y le dieron unas llaves: "¿vamos?".

Yo nunca había pisado un hotel, el sitio era estrechísimo, subí con miedo por las escaleras, caminé sigilosamente por los pasadizos y hasta hoy no entiendo por qué no le dije que no.

Entramos a un cuarto húmedo, él me aventó sobre la cama, y me sedujo con más prisa y brutalidad que la primera vez en su departamento. Tuvimos sexo en ese cuarto minúsculo del chifa, de pronto me di cuenta que las sábanas estaban empapadas de sudor ajeno, luego pensé que era por las goteras en el techo. El hombre disfrutaba del momento y yo estaba asustada, pensaba que en cualquier momento sacaría un revolver y al eyacular, me mataría de un tiro en el pecho, o en la boca simulando una felación. También creí que llegaría la policía haciendo una requisa de establecimientos públicos y me sacarían como las putas de los trocaderos, envuelta en una sábana sucia.

Al terminar me pidió que lo abrace y mientras él gastaba el tiempo hablando de si mismo, miles de ideas me rondaban la cabeza. Finalmente le conté que nunca había estado en un hotel y además le pregunté si era amigo de Tatiana, una compañera mía del colegio, que me contó un par de años antes que perdió la virginidad con un tipo que conoció por internet...Ella vivía enamorada de él, que era periodista y fotógrafo, talentosísimo también y esporádicamente "hacian el amor". Él, con amago de nerviosismo, me dijo que sí y cambió de tema. Mientras tanto, atando cabos, me di cuenta que era la misma persona y pensé que, por lo mal que me llevaba con esta chica, lo que hice esa noche pudo ser una venganza por los desplantes que me hizo en la escuela.

Al final salimos los dos del "Chifa" y él detuvo un taxi, me pidió mi dirección, le pagó por adelantado y me fui. Luego volvió a llamarme, otra vez con insistencia, incluso hasta hoy, pero no lo he vuelto a ver.