martes, 29 de septiembre de 2009

Cosas que pasan

Frecuentemente, mi novio y yo pasamos la noche del viernes o sábado en algún hotel y generalmente, antes de ir a dormir, nos vamos de bares para tomar unos tragos. Recuerdo que esta anécdota fue un viernes. Yo había pasado la tarde con mis amigas, cenando una pizza, todas acostadas en la cama de una de ellas, habiamos tenido un día agotador.

Me fui temprano a casa, me alisté y esperé a mi novio. Nos fuimos al centro, al Queirolo, para ser más exacta y a pedido de él, bebimos chilcanos. Luego recuerdo muy poco, sólo puedo asegurar que me saco cargada.

Fuimos al "segundo hogar", que habiamos separado previamente, y nos acostamos. Comenzaron nuestros periplos amatorios, yo estaba con los ojos cerrados, sintiéndolo a él y al pisco del mal.

Lo vergonzoso del asunto fue que, cuando lo sentí tremendamente excitado sobre mí, yo giré y boca abajo vomité toda la pizza que cené. En ese momento dejé de estar ebria.

Él, ocultando parte del asco que compartíamos, se ofreció a limpiar los restos de tomate y queso esparcidos en el piso, yo me negué a su proposición y me las arreglé sola. Me dio demasiada pena ver que, en ese momento, la dureza de su víscera menor había reblandecido.

Luego de solucionar el desastre, continuamos nuestro ritual muertos de risa.

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