miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cuarteto para dos

Una noche de hace años ya, como muchas tantas desde que empezó nuestra rutina, Cat y yo habíamos acordado una sesión amatoria. En realidad lo de "amatoria" quedaba muy grande. No había amor en nuestros encuentros. Semanas atrás, nos habíamos conocido por una amiga en común -con quien estuve en un ciber romance hasta que la conocí y me espantó su físico-. Escuchar las historias de Cat, su adicción al sexo, su repulsión por los condones, la hizo candidata a ser "mi primera vez", y a mis ya vergonzosos 20 años recién cumplidos, la oportunidad perfecta para dejar la virginidad sin amor, como a todo hombre le corresponde.

Admito que de momento nos ilusionamos uno con el otro. Quizas por eso desarrollé una confianza ciega en ella. Me contó -con una sinceridad inusual para ser un amante- sobre sus vínculos con algunos dealers, su trabajo medio-tiempo haciendo pases y sus aventuras sexuales variadas, en las que había involucrado a su prima aún entonces en la edad ilícita. Mi arrechura adolescente saboreaba la tentación de lo prohibido por doquier. Era una buena oportunidad de tener una historia que contar y de la cual presumir. Era muy divertido recorrer hoteles baratos con ella, quitarle la ropa y descubrir interiores de dibujos animados y sus monumentales pechos me hacían desarrollar nuevos fetiches. Pero lo mejor vino en aquella sesión amatoría. También algo vergonzoso.

Esa noche un amigo de Cat, a quien llamaré Hector, había reservado a la prima de Cat, cuya sexualidad era administrada al antojo de la mencionada prima mayor, con total alegría y curiosidad de la muy dispuesta. Antes que inocente, era fácil verla tonta y de hecho eso agregaba la morbosa idea de dominación.

Coincidimos todos en la casa de Cat. Nosotros estabamos de salida a un hotel en el Callao, muy barato, mientras su prima y Hector tenían partían en ruta a uno más simpatico, en la Av. Brasil, con habitaciones de 25 soles. Partieron juntos y cómplices, ante la venia de Cat y mi envidia. Cat estaba algo entrada en kilitos, mientras su prima era mucho más delgada. Además que toda historia de lujuria deja insatisfecho al protagonista: necesitaba, esa misma noche, probar a la prima de Cat. Mientras el taxi de ellos daba la vuelta en la esquina de la calle, sugerí muy rápido y con habilidad, compartir cuarto con ellos. Cat río. Siempre le sorprendía lo pervertido que llegaba a ser a pesar de que mi experiencia era limitada a lo que ella me enseñaba. Cogió el celular y llamó. Hector ordenó al taxi volver. A los 5 minutos estabamos subidos todos en el taxi. Me toco el asiento junto al chofer.

En la parte trasera, la conversación era explícita. Se mencionaron tríos anteriores de las dos primas con otros caballeros. Hector deslizaba su mano por ambas muchachas y yo me impacientaba por la llegada. La conversación era muy amena. Era genial saber que aquellas dos chicas no necesitaban alcohol, regalos o dinero. Simplemente amaban el sexo. Llegamos al hotel. Pedimos habitaciones contiguas. La mía tenía una ventana hacia el pasillo. El primer polvo era con Cat.

El sexo con ella siempre era genial. Estábamos muy sincronizados, sabíamos que nos gustaba. A pesar de ser muy recorrida para sus 18, en realidad era realmente torpe para ciertas artes. Sus movimientos era de novata con poca experiencia y me confesó 4 años apenas. Era muy mala con el sexo oral. Tenía T de cobre. No me cuidaba con ella porque le tenía una gran confianza. Según ella, en ese momento solamente conmigo obviaba el preservativo. En realidad a esa edad uno cree cualquier engaño. Terminada la sesión, sentimos un toque en la ventana. Era Hector, quien de un salto se zampo desnudo y erecto a la habitación. Había entendido el cambio de turno. Al fin me tocaba con la prima.

La prima de Cat era una chica muy delgada en verdad. No me gustaba, sin embargo las hormonas son imparciales. Exigía condón. Yo también, no le tenía confianza alguna. Procedimos delicadamente con un encuentro bastante muerto. Ella se dejaba hacer el amor como una muñeca inflable, sin aportar opinión o siquiera emoción. Admito que eso me gustó demasiado. Su mediocridad con el sexo oral era incomparable, su disposición a adoptar la pose sugerida. A la luz baja. Mi machismo e instinto de dominación aflorabn.

- "Es verdad que tú duras poquito?" me preguntó. Yo sabía que lo decía por provocarme. Cat se quejaba de mis antojadizos excesos en el tiempo. Pero la muñeca de goma disfrutaba su papel y quería obligarme a utilizarla sin benevolencia. Procedí. Sentí su cuerpo y lo disfruté más que el de Cat. Fueros minutos exquisitos de novedad. Interrumpieron entonces la puerta. Golpes fuertes e indiscretos, de Cat y Hector desnudos que se metían a continuar su fiesta.

Les abrí la puerta irritado y rápidamente perdía la exitación, y con ello todo lo demás. Hector, triunfal, se recostaba a tocar a ambas mujeres. Yo no me sentía cómodo.

La sesíón amatoria prosiguió. Hector, penetraba a Cat mientras ella, al notar mi falta de erección, intentó lo humanamente posible para ayudarme. La prima miraba a mi lado mientras yo la tocaba algo confundido: No soportaba otra presencia masculina en la habitación. Eso eliminaba mi exitación. Eliminaba mi erección. Me convertía en un inútil liciado en ese escenario. Hector, quien para ese entonces me parecía repudiable, se retiraba el condón y pedía permiso a Cat para proseguir sin él. Ella se lo dío. Entendí que el supuesto privilegio mío era una farsa. Jamás recuperé la erección.

Cuando Hector empezó a penetrar a la prima de Cat -quien si exijió condón- me puse el pantalón y salí a la otra habltación. Cat me siguió. En el otro cuarto le reclame por mi supuesta exclusividad en el sexo sin protección. Ella me dijo que habían chicos a los que les tenía confianza con los que escogía no cuidarse. No le creí. Aún no le creo.

Trate de portarme a la altura. Dejamos a las chicas en su casa. Esa fue la penúltima vez que tuve sexo con Cat y la última con su prima. Hector y yo comentabamos en un microbus sobre lo que le faltaba al sexo con ambas mujeres. En verdad deteste tener que fingir ser machista pero ya tenía demasiado en la cabeza, aunque muchos temores quedaron oportunamente descartados.

Tuve sexo una vez más con Cat antes que se fuera del país. Esa vez lo hice con condón.

1 comentario:

  1. Estoy segura de que también me hubiera sentido desubicada en una situación así

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