martes, 29 de septiembre de 2009

Una vez en Miraflores

Hace ya bastantes años, conocí a un tipo al que llamaré Diego. Él era casi 10 años mayor que yo y nuestro encuentro fue casual: yo trabajaba de recepcionista y un buen día, una voz extremadamente sensual me pidió informes sobre el instituto, le contesté y nos quedamos conversando, me comentó que era periodista y fotógrafo,al final me pidió mi correo electrónico para intercambiar información y como lo vi simpático, le di mi msn.

Pasó un par de semanas insitiéndome para vernos y finalmente, me convenció cuando me dijo que tenía un proyecto fotográfico y necesitaba un rostro como el mío. Al incio dudé de ir, porque supuse que tanta insistencia en verme no iba a ser por gusto, además yo había terminado recién con mi novio y me había despedido de un amor furtivo al que amaba ciegamente.

Quedamos un jueves por la tarde y fui hasta su departamento en Larco, supuse que a sus 30 años ya vivía solo y así fue. Su lugar parecía un museo, lleno de cosas extrañas, hechas por él, máscaras, esculturas, tallas en madera, cortinas tejidas, etcétera. Escuchamos música, tomamos vino, conversarmos hasta que me llevó a conocer su dormitorio y era tan pequeño, que sólo podíamos sentarnos en su cama, tenía dibujos lindos en el techo y mientras conversábamos me quiso besar. Le mordí los labios con furia para que no se atreva a hacerlo, ese tip lo leí en una novela a lo Corin Tellado, y por eso, no me sirvió de nada.

Él no se rindió y siguió seduciéndome, más mordiscos no hicieron mella a sus intenciones, se me sobó por las piernas y un poco más arriba como un gato, giraba moviéndo su cuerpo con tamaña flexibilidad que, a pesar de mentalizarme para no caer en tentación, acabé cediendo y estuvimos un rato en su cama, flirteando sin que nada se concrete.

Luego me dijo para salir por ahí y yo acepté, estuve caminando contenta por tanta toqueteada y como estábamos en Larco, empecé a ver cada zapatería con la que me cruzaba, lo observé esperarme en la puerta un tanto impaciente hasta que lo vi parar un taxi y me dijo: "vamos a ir a pasear". El taxi nos llevó del parque Kennedy a Petit Thouars, a una cuadra que no recuerdo pero que estaba aún en Miraflores. Bajamos en la puerta de un chifa

Pensé "qué tipo para genial, adivinó que me encanta esta comida". Entramos, y detrás de una cortina vi una pieza de madera con un vidrio a la altura de la cara, muchas llaves en la pared. Él pagó, y le dieron unas llaves: "¿vamos?".

Yo nunca había pisado un hotel, el sitio era estrechísimo, subí con miedo por las escaleras, caminé sigilosamente por los pasadizos y hasta hoy no entiendo por qué no le dije que no.

Entramos a un cuarto húmedo, él me aventó sobre la cama, y me sedujo con más prisa y brutalidad que la primera vez en su departamento. Tuvimos sexo en ese cuarto minúsculo del chifa, de pronto me di cuenta que las sábanas estaban empapadas de sudor ajeno, luego pensé que era por las goteras en el techo. El hombre disfrutaba del momento y yo estaba asustada, pensaba que en cualquier momento sacaría un revolver y al eyacular, me mataría de un tiro en el pecho, o en la boca simulando una felación. También creí que llegaría la policía haciendo una requisa de establecimientos públicos y me sacarían como las putas de los trocaderos, envuelta en una sábana sucia.

Al terminar me pidió que lo abrace y mientras él gastaba el tiempo hablando de si mismo, miles de ideas me rondaban la cabeza. Finalmente le conté que nunca había estado en un hotel y además le pregunté si era amigo de Tatiana, una compañera mía del colegio, que me contó un par de años antes que perdió la virginidad con un tipo que conoció por internet...Ella vivía enamorada de él, que era periodista y fotógrafo, talentosísimo también y esporádicamente "hacian el amor". Él, con amago de nerviosismo, me dijo que sí y cambió de tema. Mientras tanto, atando cabos, me di cuenta que era la misma persona y pensé que, por lo mal que me llevaba con esta chica, lo que hice esa noche pudo ser una venganza por los desplantes que me hizo en la escuela.

Al final salimos los dos del "Chifa" y él detuvo un taxi, me pidió mi dirección, le pagó por adelantado y me fui. Luego volvió a llamarme, otra vez con insistencia, incluso hasta hoy, pero no lo he vuelto a ver.

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