viernes, 2 de octubre de 2009

Estrella internacional del cine porno – categoría: sexo oral

Había llegado el momento, nada importaba mucho en la vida, trabajaba para vivir y todo se había hecho costumbre, apenas unas semanas atrás, y luego de un episodio de esos que mejor no recordar, regresaba a la vida de soltera; aún se me hacía difícil no tener al lado a quien contarle lo inquietante que se me hacía la gente en las calles, tampoco me acostumbraba a eso de ser una sola e impar –realmente no era tanto el hecho de extrañarlo, era lo perturbador y casi escalofriante que me habían parecido siempre los números impares–. Así pasaron algunas semanas, hasta que llegó aquel día; como de costumbre tomé mi café mañanero, me bañé con agua caliente, cuando me cambié me puse las zapatillas verdes que tanto me gustan y en mi cabeza rondaba una sola idea: ser estrella internacional del cine porno – categoría: sexo oral. Debí ir a la universidad, pero el ímpetu sexual pudo más, luego de la segunda taza de café, partí a buscar algún hotel con wi-fi, se me hizo raro –y a la recepcionista igual– el hecho de haberme registrado sola, pero hay que ser osados cuando se trata de sexo y ¡qué más da! En la habitación 222 fue que empecé con la primera parte del plan “EIDCP-C:SO”, preparé la notebook para descargar todo el porno que mis ojos pudieran ver (categoría: sexo oral) –caigo en la necesidad del soporte teórico antes de iniciar la práctica–, fueron ocho horas maratónicas y vi todo lo pude ver.

Debo acotar dos cosas: primero, hubiera querido compañía humana mientras tomaba las lecciones, pero lo establecido es lo establecido y aún no era el momento, lo bueno del caso es que yo misma pude resolver la satisfacción del deseo, tengo dedos pequeños, pero hábiles; segundo, ¿por qué sexo oral? porque hacía muchos años –¡muchos!– que había dejado de hacerlo, es bueno, mientras se está vivo, usar los cinco sentidos (si se puede seis o siete) y si existía algún sabor que mi gusto –en especial mi lengua– realmente extrañara, era el de aquella porción de piel en la que no podía dejar de pensar. Partí del hotel cuando atardecía, la segunda parte del plan “EIDCP-C:SO” era preocupante, había que encontrar al sujeto que pueda ofrecer el pene ideal para pasar a la práctica del hecho, y cómo saber quién era el sujeto (no sé si esté demás recordar que los hombres no andan desnudos por las calles); bastante alarmada caminé hasta que llegué al parque del pajarito1 , descorazonada y con mucho frío entré a la iglesia con fachada trapezoidal frente al parque, qué bueno que lo hice porque fue allí donde tuve una anunciación postmoderna, “luego de la señal el hombre se hará carne y la carne será tu alimento”, dijo el cura, y así fue que me decidí a esperar la señal. Regresé al parque del pajarito y me acomodé en una banca, como despejando la mente, empecé a balancear los pies en el aire y a tararear en mi mente la canción que se me había pegado. Se había hecho de noche y llovía, quizás llevaba ya horas sentada en la banca y de pronto apareció un sujeto con dedos angulosos2 , se sentó a mi lado y dijo: “¡Qué difícil es tener sexo en Lima ¿No?!”, esa fue la señal. Obviaré lo que sucedió después hasta el momento en el que llegamos a un hostal laberíntico, tuvimos que subir una escalera, pasar por cuatro pasadizos, bajar por un elevador (en el cual tuvimos acción previa), caminar por más pasadizos –hasta que perdí la cuenta– y volver a subir escaleras para llegar a la habitación. Acordamos realizar un par de ensayos antes acomodar la cámara filmadora que llevaba en la mochila, bebimos un trago de colores3 y apagamos la luz, la penumbra y el alcohol todo lo pueden; sobre todo la penumbra y sobre todo el alcohol. Todo sucedió en una silla, el sujeto de los dedos angulosos parecía cómodo allí sentado y aunque me perturbaba imaginarme que mis rodillas tendrían que arrastrarse en ese piso frío y mugriento, preferí no incomodarlo. Él se desnudó por completo, buen tiempo estuve sentada sobre sus piernas, frente a frente, me acariciaba la espalda por debajo de la blusa y mi lengua estaba entretenida en sus labios; luego le di la espalda, siempre sentada sobre sus piernas, podía jurar que mi entrepierna hervía, quizás él pudo haberlo comprobado cuando alzó mi falda e hizo a un lado mi ropa interior, sólo sus dedos me penetraron esa noche. Finalmente, me lancé a sus pies e inicié la sesión, disfruté de ese pene erecto como nunca de otro, el piso mugriento ya no interesaba, toda mi atención la concentré en saborear el momento, para cuando eyaculó yo estaba tan húmeda y caliente que tuve que volver a sentarme sobre él para sentir sus dedos complaciéndome hasta el coito. Después de más alcohol y un breve descanso repetimos la acción, cuando amaneció noté que había olvidado el plan “EIDCP-C:SO”, pero era lo de menos, había pasado una noche maravillosa.

Retorné a casa plena de vida, con una fatiga placentera y mucha sed. Dos días después recién regresé a la universidad y aunque seguía sin tenerle a quien contarle que la gente en las calles me perturbaba, ya la vida de soltera no me incomodaba más, mientras pudiera tener todas las noches a un sujeto de dedos angulosos con quien disfrutar de sexo oral.

[1] En pleno parque hay un poste, como esos verdes con los nombres de las calles que hay en todas las esquinas de Lima, pero con el dibujo de un pajarito: parque del pajarito.

[2] No importaba nada más que los dedos angulosos, pues era lo más cercano que se me hacía a encontrar un hombre con dedos rectangulares, es que había algo en las formas geométricas que siempre me había excitado.

[3] Aunque no tengo la certeza de ello, quizás bebimos cerveza o vino; mi memoria suele cambiar algunos datos a su gusto.

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