lunes, 21 de diciembre de 2009

Nonato

De Carlos Casas


El pequeño estaba sobre una grada. Interrumpía la subida. Sonreía un letrero que marcaba 15 y 20 soles, TV con cable y agua caliente. El hotelero lo encontró y un asombro le abrió el pecho. “¿Qué mierda haces ahí?”, dijo como queriéndole dar un golpe. El niño no podía mirarlo, parecía no escuchar, no tenía zapatos y parecía no arreglarse. Era un día cualquiera, sin embargo no entraba mucha gente. Se tenía que sacar al niño, esa manzana no debía estar en el inodoro. Tendría que salir. Enrique pensó entonces “De dónde chucha salió este mierda, ¡tamadre¡ paltea…pero si lo… qué palta…quién lo habrá dejado…seguro una de esas perras…¡tamadre¡ me cagan la noche …”

El manzano se quebró en un llanto, se garro sus rodillas y parecía envolverse en una coraza. Cubrió sus ojos de tristeza e intentó no hacer ruido. No se le podía acercar ni darle una frase dulce. Nada sería posible. Es que un hombre recuerda que fue niño cuando ve a otro llorar, piensa en su tamaño y le entra el mismo miedo. Recuerda un llanto pasado, piensa en sus padres, mira esa tristeza o voltea simplemente.

Alberto tenía todo planeado. Sabía que Cristina estaba sola, ella no conocía mucho, tan un susurro le abriría las piernas. Había muerto su hermano, su novio la había engañado, no tenía sueños, nada ocupaba su vida. Solo el instante la hacía feliz. Esto lo sabía Alberto. La llamó y rápidamente llegó. Estaba linda y se le notaba la tristeza, entonces el único final. Subieron a un cuarto que marcaba 305.Entraron y ella se desvistió con el televisor prendido. Lloró, vio un gran dilema y una culpa inmensa. Entró al baño y se fue. Prometió nunca más volver. “Nunca más”.De pronto dos persona se unen y parecen dos mentiras, se abrazan y las mismas piernas.

Dejaron una gran mancha. Un montículo de semen se juntaba con los rojos. Miles de pequeños buscaban aire. Solo uno logró encontrar su esfera. Crecía, crecía, le salían manos y unos ojos redondeados; se agarró de los dobleces. No quiso morir. Nada lo iba matar. Mamá y papá se habían ido, sin embargo no iba acabar su corazón.

Parecía gusano, un pedazo que se une con otro pedazo. Un día llora y se va. Se fue haciendo mientras no lo miraban. Se hacía más fuerte y más grande. Un día lloró. Gritó porque el mundo es mucha luz, mucho sonido y miles de caras, por eso llora, porque todo le asusta, llora por que no sabe, llora porque no puede hablar, solo puede abrir la boca y llorar.

El niño se acercó al muro, levanto la mirada y le dijo al hotelero “De ahí vengo, de ahí…”, levantó la mano y señalo hacia arriba. Subió y encontró abierto el 305, entró un poco asustado, vio la sábana más blanca. Era el cuarto en donde la gente se quejaba. Decían ver a un duende; otros decían ver a un niño en el baño, otros decían que alguien lloraba, pocas personas no se quejaron .

Enrique bajó y recordó la historia de la sábana manchada, de esa sábana que nunca salía. Se detuvo y dudó un momento. “No será el duende, el demonio…conchasumadre, de repente me voy a morir…qué chucha es ese niño… ¿será el duende?”. El hotelero bajaba sin hacer mucho ruido, cambió el tono de su voz y preguntó: “¿De dónde vienes?,¿Cómo te llamas?,¿Qué eres?” .El pequeño había continuado llorando, parecía cansado y sin mostrar el rostro pronunció palabra. “Tengo frió…hambre…se…señor…”, entonces el hombre le alcanzó un chocolate, lentamente lo escondió, trató de verle la cara, pero parecía no mirar a nadie. Volvió a preguntar con temblorosa voz “¿De dónde vienes?”.

“Mamá lloraba, dijo “nunca mas”, papá estaba contento, pero también se fue. Soy como papá. Siempre tengo frío, ese cuarto es feo, muchos entran…yo pensé que papá entraba, pero no…todos ahí se quitan la ropa, las mujeres lloran, luego ríen, unas parecen que lloran y dicen lo mismo que mi mamá. Un día me agarré bien fuerte, nunca más caer, giraba todo, había mucha espuma y el aire se hizo limpio. Siempre hay comida, hay silencio y agua…Los hombres también gritan en el baño. Me asomaba y me daba miedo. Es que tengo miedo. Mi cuerpo llora, siempre llora…pero papá ayudará llorar. Un día dejaron pollo…comí, tomé un poco de agua y me dolió la barriga… cuando la señora entra a limpiar me escondo. No me ve. En el día entran personas y no me ven, si papá entrara me vería. Ahí crecí como un gusano, me hice fuerte, soy un … no sabía si era un durazno o manzana, solo crecí en una arruga…tengo hambre…tengo hambre”

Enrique no podía enlazar lo que decía, no entendía nada. Solo sabía que ese pequeño estaba solo, era muy triste y pequeño, ese niño parecía ocultar más cosas, pero no volvió a hablar. No había nada que hacer, pedirle que se marchara no parecía correcto, pero tenía que salir de ahí. Fue a traerle más comida; no sabía que darle, solo encontraba sobras, cada vez que buscaba miraba al niño. El niño miró hacía arriba y sentía que lo llamaban. Se levantó y subió corriendo. Al darse cuenta el hotelero lo siguió desesperado, se oyó el golpe de una puerta y el 305 estaba cerrado. No pudo abrir, pidió al niño que abriera, pero ninguna respuesta se notaba, bajó a buscar la llave y no pudo hallarlo; volvió a tocar y ninguna respuesta se asomaba. No quiso gritar, pero quería saber lo que pasaba, quería al menos entender. Pensó en romper la chapa. Entró al baño a mojarse el rostro. Ahí encontró la llave, ese era el número: 305. Estaba más tranquilo, todo tenía que ser una mentira. Nada podía ser absurdo, insertar la llave y saber que fue un delirio. Llamó al niño por un nombre, no supo porqué, pero esa palabra reventó en su boca. Al entrar no encontró nada, nada había. La sábana parecía sucia; buscó bajo la cama, nada había. Todo era mentira, una ilusión de un sueño perturbado o el pequeño duende.

Sonó el timbre en todo el edificio, parecía despertar todo , salió del 305 y abrió la puerta a una pareja joven. Recibió Veinte soles y el DNI. Le dio la llave que tenía en la mano. Sonrió la pareja y subió. Enrique curioseo el DNI y encontró la palabra que rompió su boca. Se asustó y lloró mientras la pareja abría el 305.

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